domingo, 15 de noviembre de 2015

EXPLORACIÓN DE NUESTRA EXPERIENCIA DE ENSEÑANZA (Lengua e Inglés)

A continuación, presento la reflexión que hemos redactado conjuntamente varios alumnos de las especialidades de Lengua e Inglés, con el fin de que sea de utilidad también para vosotros y de que todos podamos aprender de todos.

Qué - ¿Cuándo comenzaban nuestras clases? ¿Cuándo acababan? ¿A qué llamamos “clase”? ¿Podría decirse que eran secuencias?
En mi opinión, las clases comenzaban cuando el grupo al que le tocaba impartir la clase se ponía de pie y pedía la atención del resto. Los que actuábamos como alumnos nos callábamos y prestábamos atención a nuestros compañeros. El momento de terminar era algo más confuso, porque se quedaban aspectos en el aire y solíamos seguir hablando sobre el tema. Por tanto, la sesión quedaba como medio abierta hasta que se empezaba con el siguiente tema que teníamos que tratar. Cada una de las clases de diez minutos que impartimos eran secuencias estructuradas con el fin de presentar a los “alumnos” un aspecto gramatical o de otra índole. Empezamos casi todos con una actividad de calentamiento y seguíamos con la explicación de lo que íbamos a tratar.
Considero que la clase es el espacio donde alumnos y profesor o profesores comparten conocimientos con el fin de generar una serie de habilidades y capacidades en el discente. En la clase es necesario que exista un feedback profesor-alumno para que la enseñanza-aprendizaje se realice con éxito.
En cuanto a si eran secuencias o no, pienso que el primer grupo sí que empezó con un tema y continuó con él hasta que finalizó la clase, es decir, todo estaba hilado de forma que el contenido visto en la primera parte de la clase era seguido hasta la última parte (utilizaron el tema del universo y lo alargaron durante toda la sesión). Sin embargo, el segundo grupo no considero que estructurase su clase en función de una secuencia, porque cada tema era distinto.

Cómo - De lo que sucede en una clase, ¿qué es información? ¿Qué información nos llega? ¿Qué transmitimos? ¿A qué hemos atendido? ¿Cómo era la relación con los “alumnos”?
Desde mi punto de vista, todo lo que ocurre en la clase es información: los contenidos que se transmiten, los gestos y las muecas de los alumnos, las conversaciones ajenas a la clase, etc. De toda esta información a nosotros nos llega una parte, aquella a la que podemos estar atentos y en la que nos fijamos. Sin embargo, transmitimos mucho más de lo que creemos, pues el profesor a partir de nuestro lenguaje corporal debería ser capaz de saber si entendemos lo que nos está explicando, si nos estamos aburriendo, si nos divierte, nos interesa, etc. También se transmite información sobre la preparación de la clase. En algunos casos opino que podría haberse preparado mejor en cuanto a material, disposición de las mesas, intervenciones de unos y otros, etc. Es cierto que el hecho de ser seis profesores facilita la labor docente porque se llega mejor a los alumnos y existe la posibilidad de complementarse unos con otros, pero también presenta algunas dificultades, pues la atención no se centra solo en una persona, sino en varias, y esto acaba despistando, sobre todo si no hay una buena coordinación. Los gestos, las miradas, el posicionamiento de cada uno revela más información que las palabras empleadas.
Por otra parte, nuestra atención, por lo general, no dura todo el tiempo que estamos en clase. Creo que cuanto más interesante haga el profesor la clase, más atención prestaremos y más información captaremos. Mi sensación fue que prestamos más atención cuando se requería más participación por parte de los alumnos, por ejemplo en el momento de debatir sobre un tema.
En mi opinión, los alumnos tendrán interés por la clase en la medida en que el profesor atienda a sus necesidades y a sus intereses. En este caso, uno de los grupos comenzó con un material audiovisual, lo cual ya supuso una motivación especial para los que hacíamos de “estudiantes”, o al menos para mí. Además, tanto en el papel de profesor como en el de alumno, creo que se tuvo en cuenta la idea de que “dentro del aula el profesor NO es la única fuente de conocimiento”. Personalmente, creo que es fundamental tener en cuenta que siempre se puede aprender algo de nuestros alumnos, incluso en las materias que pensamos que dominamos. Esto nos hará abrirnos a otras ideas, a otras perspectivas que a lo mejor no habíamos contemplado, y quizás, por qué no, a adoptar una actitud diferente de lo que tradicionalmente venimos experimentando en las aulas. En todo caso, considero que el trato con los alumnos fue muy cercano y que se tenía la predisposición de atender a las dificultades que fueran surgiendo a lo largo de las sesiones.

Por qué - Expectativas previas, evidencias (feedback obtenido), asunciones propias… Identidad
Las expectativas previas a la clase eran que los diez minutos que duraba cada una de las sesiones resultaran entretenidos a los alumnos. De ahí que escogiésemos un método bastante inductivo para transmitir lo que queríamos. Una vez realizadas las clases creo que, por lo que dijeron los compañeros, conseguimos el resultado que queríamos. Sin embargo, nos quedamos cortos de tiempo en algunas sesiones, porque nos excedimos en comentarios y en debate.
Desde mi punto de vista, no nos dimos feedback de una manera directa, sino que lo pudimos adivinar según dábamos la clase, por las caras o la emoción al participar en el debate. Por otro lado, en cuanto a la, digamos, metodología, al preparar las clases con mi grupo, creo recordar que dimos por hecho que la mejor manera de explicar algo o dar una clase acerca de algo que no dominábamos era hacer un debate o mesa redonda en la que el “docente” proponía algunas preguntas para pensar.

¿Qué dicen de nosotros las clases que hemos dado?
Creo que tratamos de que el alumno aprenda pero a partir de lo lúdico y, sobre todo, a partir de la relación siempre directa entre el aula y la realidad. Por ejemplo, los que actuaron como profesores del otro grupo nos explicaron el past simple en inglés a partir de la canción de la serie The Big Bang Theory, lo que permite que el alumno vea para qué necesita ese tiempo verbal, es decir, que no es solo un aspecto gramatical que aprenderá y olvidará, pues lo necesita para entender diferentes aspectos de la realidad angloparlante.
En mi opinión, las clases que hemos dado dicen mucho de nosotros: dicen cómo interactuamos con el alumno, si somos más dinámicos o menos, si somos más activos o más pasivos, si nos involucramos en el proceso de aprendizaje o no. Mi percepción de ambos grupos fue que todos nos implicamos mucho en el proceso, que los profesores no solamente mostraban el contenido, sino que también interactuaban con los alumnos. Esto dice de nosotros que nos estamos alejando un poco del maestro clásico que se muestra con autoridad, que da el contenido que tiene que dar y ya deja de formar parte de la clase. Nos vi como sujetos activos que participan y colaboran con sus alumnos. 

A modo de conclusión, quería añadir que esta experiencia de enseñanza-aprendizaje, así como la tarea de reflexión-evaluación, nos han permitido hacernos conscientes de las ideas implícitas que tenemos sobre la educación, sobre la manera de educar y de “dar o recibir una clase”. En lo personal, he podido comprobar que cada uno presentábamos unas concepciones diferentes y que lo mejor de todo ha sido aprender a conjugarlas todas. El resultado pudo ser mejor o peor, pero lo más importante sigue siendo el proceso. Seguimos mejorando, seguimos en camino.

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