Para responder
a esta cuestión, planteada en el blog, lo primero que cabe preguntarse es a qué
se refiere con complejidad. ¿Será complejo respecto a los procesos que hay que
llevar a cabo para realizar las actividades que tratan de describir estos
alumnos? ¿Complejidad técnica de las tareas? ¿Complejidad desde la perspectiva
del profesor, o del alumno? ¿Complejidad entendiéndolo como dificultad?
¿Complejidad de la narrativa? ¿O del nivel de pensamiento del alumno en cuestión?
Por otro lado,
y mucho más entretenido sería responder a qué es una buena clase. Ligando una buena clase con complejidad, entiendo que se relaciona con los procesos que se
llevan a cabo. La percepción que tenemos, desde el punto de vista de la
profesora, de una buena clase, suele basarse inevitablemente en criterios
bastante subjetivos, donde se entremezclan sentimientos, emociones, variables
de relación, y por supuesto, la sensación de haber avanzado, de la conformidad
del alumnado. También, en ocasiones, reducimos lo que entendemos por una buena
clase a que un par de alumnos o alumnas nos hayan hecho buenas aportaciones,
por lo que el profesor automáticamente se enorgullece de su trabajo. Así puede
llegar a ser. Por eso, generar criterios objetivos de lo que es una buena clase
es una tarea compleja, que mezclará lo que las diferentes teorías y textos
didácticos nos enseñan sobre cómo tiene que ser los procesos de aprendizaje
(currículum, criterios, teorías el desarrollo, etc.), con lo que subjetivamente
creamos que es necesario para que tengamos una buena clase (por ejemplo, si
otorgamos importancia o no a factores como la relación con los chicos y las
chicas, a los estados de ánimo, al aprendizaje y aplicación de valores, etc.).
Es trabajo de cada cual construir estos criterios, y definitivamente la
experiencia jugará un papel fundamental en este sentido, siendo por tanto un
proceso constante que determinará nuestro crecimiento como docentes.
Por esto, la
tarea propuesta es interesante sin duda, pero honestamente la considero
insuficiente para generar una idea propia de lo que consideramos como una buena
clase. Sin embargo, sí es útil para reflexionar sobre las
concepciones que cada uno tenemos sobre complejidad,
lo cual resalta concepciones implícitas sobre lo que consideramos más o menos
importante, y sobre qué procesos trabajaríamos unas cosas u otras.
De esta forma,
trataré de realizar este análisis y de calificar como simple, como intermedio y
como complejo basándome primero en la
perspectiva del alumno o alumna, comprendiendo el esfuerzo personal y cognitivo
que deben hacer. Y desde esta perspectiva entenderé complejidad como los procesos que han de llevar a cabo alumnos y alumnas
a la hora de aplicar las situaciones que describen, tomando en cuenta que lo
más simple será aquello más automático, que no requiera niveles superiores de
desarrollo y que tampoco suponga la aplicación de procesos que nos lleven a crecer
y a superarnos. De esta forma, dentro de lo más complejo inferiré que las
personas que expresan dichos juicios se encuentran en niveles de desarrollo
superiores. Creo necesario aclarar este punto, aunque es evidente la dificultad
que tengo para dar a entender, no solo en este blog, sino incluso a mí misma,
qué entiendo por complejidad. He considerado los niveles de desarrollo
propuestos por Perry y Kegan, así como otras perspectivas y teorías del
desarrollo, sin atreverme a clasificarlos en una de ellas, por sentir que me falta
información. De esta forma, el orden que propongo, de simple a complejo, es el
siguiente:
- Alumno 5:
este caso lo entiendo como el más simple, dado que su descripción de la clase
se basa en algo automático, cronometrado, siempre igual. Es un proceso lineal,
simple, de mera transferencia de información. Sin duda, es cómodo. Para algunas
personas puede resultar aburrido. Asume que el profesor es experto, líder, por tanto,
merece toda la atención y podrá resolver todos tus problemas sobre el tema.
-
Alumno 1:
esta clase se basa en un patrón fijo y determinado para las clases. Esto a
nivel pedagógico es muy útil, ya que sumado a la buena relación se logra una
disposición al aprendizaje por parte del alumnado, lo cual es un punto muy
interesante, y nada fácil de conseguir. Sin embargo, convertir la clase en algo
predecible se convertirá a la larga en un proceso automático, que no permita
poner en marcha formas de conciencia más complejas.
- Alumno 8:
a este alumno lo sitúo a nivel simple-intermedio, puesto que valora el debate
pero no por su función de expresar diferentes puntos de vista y de cuestionar
las propias formas de pensamiento, sino porque lo entiende como una mejor forma
de memorización de contenidos. No considera el valor intrínseco del debate en
sí como un ejercicio que apoya para la construcción cognitiva y social, sino
como forma práctica de acumular conocimiento, como quien hablase de la memoria
visual.
- Alumno 4:
respecto a lo que he leído en el blog sobre las clasificaciones que han hecho
mis compañeros, creo que es en la posición de este alumno donde más difiero de
ellos. Y la razón por la que lo he hecho tiene que ver con mi experiencia
personal. He considerado este alumno en el cuarto lugar, entendiendo que su
proceso está a un nivel intermedio pero también tirando aún a lo simple. A
decir verdad, he tenido muchos alumnos y alumnas que se han expresado de esta
manera. Si bien parece un proceso algo más profundo que los anteriores, puesto
que entiende el valor de relativizar las situaciones, se queda como simple ya
que lo hace desde una perspectiva egocéntrica, entiende que cada persona ve el
mundo de formas diferentes, pero no reconoce la influencia de los otros en uno
mismo. Este alumno debe proteger su verdad, la cual es cerrada, y se forma por
uno mismo. Me recuerda enormemente a las excusas que ponen mis alumnos y
alumnas cuando, ante un conflicto, no eran capaces de empatizar con otros.
-
Alumno 3:
de nuevo, parecido a lo que ocurría con el alumno 4, este caso comprende que
cada uno tiene argumentos, que existen puntos de vista diferentes. Pero, por un
lado, los presenta como dicotómicos, blanco o negro, al hablar a favor y en contra, sin considerar el enorme abanico de opciones y puntos de
vista. Y, a partir de ahí, considera de un modo también egocéntrico su punto de
vista como el prioritario, como eje de referencia a cambiar. Su juicio es modificable,
pero no está tan sesgado, lo entiende como más objetivo. Por lo que es algo más
complejo que el anterior, es porque en este caso sí reconoce la influencia que
otros tiene en él, sí comprende que su punto de vista vendrá determinado por lo
que ocurre alrededor.
- Alumno 2:
Este alumno da un paso más en su proceso de aprendizaje, al situar las
discusiones como algo que resulta práctico para el día a día. Este alumno,
primero, es capaz de hacer una labor de síntesis, escuchando diferentes
argumentos e ideas y creando, junto con los propios, una elaboración de apuntes
que cuenta con todas las perspectivas. En este sentido, este alumno ya crea
algo propio a partir de un conjunto de ideas. Además, a lo anterior se le añade
que es capaz de transferir los aprendizajes de la clase a la vida real, se pone
en el lugar de la situación y comprende que este es un proceso fundamental que
facilita su aprendizaje. Por esto, estamos ante la primera forma de
autorregulación, aunque más inconsciente que consciente, del propio
aprendizaje.
- Alumno 7:
Este alumno expresa de un modo interesante que se da cuenta que, para aprender,
no solo hay que atender a lo que el profesor dice, o responder a sus preguntas,
sino que un ben proceso de aprendizaje requiere la voluntad activa de hacer que
a uno le pregunten. Este alumno comprende que la riqueza de su aprendizaje no
solo se basa en que le expongan retos, sino que debe buscar esos retos. Por
esto, lo entiendo como complejo, ya que estamos ante los primeros niveles de
metacognición, donde comprende que su crecimiento es autorregulado, y
reflexiona sobre los procesos que se deben llevar a cabo para favorecerlo. Es el
primer alumno que habla del gusto por implicarse, por profundizar de un modo
autónomo.
- Alumno 6:
en este caso, añade los componentes de autoconcepto y autoconfianza, y expresa
la importancia que estos tienen para favorecer el aprendizaje, ya que serán
factores clave para la búsqueda activa e intencional del conocimiento. Por otro
lado, entra en un modo más complejo de relativización, ya que pone en un
segundo lugar los conceptos, o las razones, sino que comprende que lo
importante es aplicar los procesos que llevan a la construcción de opiniones.
Es más crítico, es muy consciente de su propio proceso de razonamiento,
profundiza.
- Alumno 9:
En este caso es clave la referencia a que lo importante no es convencer, ni lo
correcto de los puntos de vista, sino el entender como relevantes e iguales las
diferentes perspectivas. Al considerarse conservador,
da por hecho que tiene un compromiso hacia una ideología, pero considera la
relatividad de la situación. Lo pongo como el más complejo, ya que, para lograr
este compromiso efectivamente habla del proceso consciente de tomar decisiones,
pero asumiendo la relevancia de los demás puntos de vista. Es el nivel máximo de
relativización, ya que entiende que el mundo es relativo, pero no por ello adopta
una postura pasiva, sino que toma decisiones. Y para llegar a este `punto, es
necesario haber pasado por los procesos anteriormente descritos por los otros
alumnos.
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